miércoles, 14 de abril de 2010

Taller de oración II. Jesús y la oración

Quizás el primer paso a dar para aprender a orar sea fijarnos en que nos dice el Maestro. Por los evangelios sabemos que Jesucristo oraba con mucha frecuencia al Padre. Conocemos bien los rasgos fundamentales de la oración de Cristo, que unas veces era en el gozo y la alabanza (Lc 10,21), otras en petición y súplica, con angustia, tristeza y sudor de sangre (Lc 22,41-44), y siempre entregando su voluntad amorosamente al Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Jesús era un hombre orante, que «se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración» (Lc 5,16), poniendo en práctica su doctrina: «Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Lc 18,1). Y se entregaba especialmente a la oración en los momentos más importantes de su vida y de su ministerio: bautismo (Lc 3,21), elección de los Doce (Lc 6,12), confesión de Pedro (Lc 9,18) Merece la pena señalar que su transfiguración en el monte se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). Acción y contemplación se alternaban y unían armoniosamente en la vida de Jesús. «Enseñaba durante el día en el templo, y por la noche salía para pasarla en el monte llamado de los Olivos» (Lc 21,37). Durante la actividad intercalaba breves oraciones, algunas de las cuales recogen los evangelios (Lc 10,21; Jn 11,41-42; 12,27-28).


Como parte fundamental de la vida del hombre, Jesús dentro de sus enseñanzas hizo hicapié en el correcto sentido de la oración y en la forma de rezar: "Cuando oréis, no seáis como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para ser vistos. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Al orar, no habléis mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por hablar mucho serán escuchados. No hagáis como ellos, porque vuestro Padre que está en el cielo sabe bien las necesidades que tenéis, antes de que se lo pidáis." (Mt 6, 5-8)

Incluso los propios discípulos, al verlo rezar a Dios de una forma que seguramente no conocian, le pididieron que les enseñe a rezar. "Estaba orando Jesús en cierto lugar y, cuando acabó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Y Él les dijo: "Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino; danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos expongas a la tentación" (Lc 11,1-4)

La oración cristiana es una participación en la oración de Cristo. «Yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15). Pero nuestra oración es oración de Cristo no sólo porque la hacemos siguiendo su ejemplo, sino porque él nos comunica su Espíritu, que ora en nosotros (Rm 8,14-15.26). Cristo ora en nosotros, los cristianos, o como dice San Agustín, precisando más: «El ora por nosotros como sacerdote nuestro, El ora en nosotros como cabeza nuestra, El es orado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en El nuestras voces, y reconozcamos su voz en las nuestras».

El Señor nos recomienda que recemos en todo momento, que no desfallezcamos, porque Dios siempre escucha nuestra oración: "Pues bien, yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe; el que busca halla y al que llama se le abre. ¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? Y si le pide un pez, ¿le dará en lugar de un pez una serpiente? O si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden? "(Lc 11, 9-12)

Los primeros cristianos entendieron bien esto, y «todos perseveraban unánimes en la oración» (Hch 1,14), de modo que la Iglesia primitiva da la fisonomía inequívoca de una comunidad orante (Hch 2,42). En este sentido decía Pablo VI: «¿Qué hace la Iglesia? ¿Para qué sirve la Iglesia? ¿Cuál es su momento esencial? ¿Cuál es su manifestación característica?... La oración. La Iglesia es una sociedad de oración. La Iglesia es la humanidad que ha encontrado, por medio de Cristo único y sumo Sacerdote, el modo auténtico de orar. La Iglesia es la familia de los verdaderos adoradores que adoran al Padre "en Espíritu y en verdad" (Jn 4,23)»

Jesús en su última noche en la tierra, al despedirse de aquellos que le siguieron en su misión, les aseguró que todo lo que pidamos en su nombre, él nos lo dará: "En verdad, en verdad os digo que el que cree en mí hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas, porque yo voy al Padre, y lo que pidiereis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14,12-14)

Después de estas palabras. ¿Qué mayor incitación puede haber, para que con confianza y esperanza nos dirijamos a Dios?

[Para profundizar un poco más en el tema, os dejo un enlace donde podéis encontrar todas las referencias a la oración en la vida de Jesús. http://www.mscperu.org/espirit/oracion/es_orac_evangelio.html#_Toc2074651]

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